Punto de encuentro Emilio Oliva Fornell

Biografía Emilio Oliva

El 18 de abril de 1937, el chiclanero barrio de El Castillo vio nacer a una figura del toreo: Emilio Oliva Fornell. Quinto hijo de Jorge Oliva y Petrola Fornell, Emilio se crió en una familia humilde y trabajadora, ejerciendo desde que era muy pequeño de pastor, para poder ayudar a la familia y más tarde de matarife, lo que le posibilitó los primeros contactos con el mundo de los toros.

Desde muy pequeño, y aunque no procedía de una familia de tradición taurina, supo que su meta en la vida era ser figura del toreo. Su sueño era triunfar en la plaza y hacerse con una casa en el centro de su pueblo, al que siempre llevaba por bandera. Y lo consiguió: en el centro de la calle de La Vega (número 16) vio nacer y crecer a sus siete hijos junto a Antonia Baro Guerrero, cuatro de los cuales continuaron su saga taurina (Emilio, David, Abel e Isaac).

El 11 de agosto de 1962, en la plaza de toros de El Puerto de Santa María, Antonio Ordóñez, en presencia de Jaime Ostos, lo doctoraba en tauromaquia al cederle la lidia y muerte de Jazminillo, toro al que le cortó las dos orejas. Aquel fue un día histórico para Chiclana, decenas de camiones llenos de aficionados se trasladaron hasta El Puerto para acompañar a su torero, que ya era un personaje querido y admirado en su pueblo.

El 12 de octubre de 1963, el día de la confirmación de su alternativa en Madrid (con Pepe Cáceres como padrino y Rafael Chacarte como testigo), sufrió una grave corrida que lo llevó al borde de la muerte. Fue entonces cuando contrajo matrimonio, en artículo mortis, con la que fuera madre de sus hijos, Antonia Baro Guerrero.

Emilio no tardó en reaparacer después de aquella cogida que casi le costó la vida: el 25 de abril de 1964 salió por la Puerta del Príncipe en Sevilla, después de cortar tres orejas. Y desde entonces, hasta su retirada en 1972, despegó una fructífera carrera taurina que lo llevó a torear por toda España y América, compartiendo cartel con las grandes figuras del momento.

Más allá de su indudable trayectoria en el mundo del toro, Emilio Oliva Fornell pasará a la historia de Chiclana por ser una de las personas que más amó su tierra y se entregó a ella. Donde quiera que fuera llevaba por bandera el nombre de Chiclana. La frase que más repitió en sus apariciones públicas fue “todo lo que tengo me lo ha dado mi pueblo, que me ha ayudado siempre”. Y aprovechaba cualquier oportunidad para devolverle a su pueblo todo lo que le dio, colaborando en todas las causas solidarias que le planteaban.

En 2001, en su incansable labor por que Chiclana siguiera siendo una ciudad referente en el mundo del toro, participa en la fundación de la Escuela Taurina Francisco Montes Paquiro, de la que fue maestro hasta el día de su fallecimiento (29 de diciembre de 2018). Aunque, como a él mismo le gustaba decir, la mayor escuela taurina la tuvo en su casa: una dinastía de tres matadores de toros (Emilio, David y Abel) y un novillero (Isaac) con gran reconocimiento en la profesión.

El monumento homenaje a Emilio Oliva Fornell, creado por el escultor chiclanero José Antonio Barberá, no es sólo un recuerdo al maestro, es también la culminación de su gran deseo: no alejarse nunca de su querida calle de La Vega.

Este Punto de Encuentro Emilio Oliva Fornell le rinde homenaje a una gran figura de Chiclana en una triple vertiente: el tendido imita, usando incluso el mismo tipo de material en piedra, a la plaza de toros de El Puerto de Santa María, que lo vio triunfar como torero; el capote, en postura de verónica, donde los visitantes pueden fotografiarse, recuerda la gran labor que realizó como maestro de numerosos jóvenes de la ciudad que soñaron con seguir sus pasos; y finalmente, si usted se sienta en este punto de encuentro a charlar con sus paisanos, a disfrutar del entorno de una de las principales calles de la ciudad, está rindiendo el mejor de los homenajes a un hombre que, por encima de todo, destacó por ser un gran amante de su Chiclana natal. Cualquiera que pasara por la puerta de La Vega, 16 podía sentarse un rato a disfrutar de la compañía de un chiclanero de pro, que, fruto de la experiencia y de una vida curtida en mil batallas, derrochaba sabiduría y saber estar.